La rueda de la puta fortuna

Mariana, va con prisa por la vida sin tropezar con el sol (pese a la embriaguez con la que vive) anda por las plazas y jardines vociferando verdades completas y mentiras a medias: -Dios sueña que es un poder, la tolerancia es la pasión del inquisidor. Mientras Mariana proclama su verdad, la gente va odiando su fortuna. Hace ya dieciocho meses que quedaron atrás: los trastos, los uniformes -por su puesto acompañados estos, por un par de niñas- la comida y por ende los reclamos del marido. -Ah que la chingada, la carne esta muy cocida, la nata de la leche, la coca ya no tiene gas. Reproches, siempre reproches, de la cena es lo que Mariana quiere y no puede olvidar. Olvidar el mandil, salpicado por el aceite de las milanesas, la grasa del abdomen de Carlos, mientras jadeaba sobre ella, reprochándole sus pocas ganas al “hacer el amor.” Mariana ya no sabe que es el amor, no era más que una ama de casa un poco triste, con las manos llenas de jabón y quemaduras, por la plancha y la cocina, que cambio por los libros de sociología, y los carteles del Che. -Qué mala fortuna pregunta airosa la Mariana, mientras va cantándole a la luna. Que se hizo puta la fortuna. Mariana proclama por las calles, como juglar sus andanzas de fumadora de amapolas. De su boca amarga va soltando. -Hay hombres que nacen con la misógina en los huevos. Al dolor femenino tan suyo y tan difícil de entender.[2001]

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